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sábado, 20 de junio de 2020

Capitulo VIII 1918 – El Destino lo es todo – parte II

1918 – El Destino lo es todo – parte II

 

Habíamos dejado el capítulo V “ 1917 El destino lo es todo”, que la apoca de comer todos los días que podía darse el lujo mi madre ( y toda su familia) había terminado al ser expulsada del Kessel Stift .

Puesto que para mi abuela era casi imposible conseguir alimentos para su familia.

Teniendo en cuenta que si bien se había casado con Gustav Pohl  este era ciego y su único ingreso provenía de fabricar cepillos,  y estos  se vendían muy poco a causa de la miseria general por la Primer Guerra.

Ahora la familia se componía de los 7 hijos de Selma, los 7 hijos de Gustav y un bebe de ambos, Walter,

La miseria era tan grande que su alimentación se componía casi exclusivamente de papas preparadas a modo de “Klisla” o sea los ñoquis gigantes, sin salsa alguna, de vez en cuando con el agregado de chucrut.

Mi madre contaba que para los cumpleaños, se le obsequiaba al que cumplía UN HUEVO de gallina que podía comer para el desayuno, porque todos los productos (huevos, un poco de leche y alguna que otra gallina) había que venderlos, o sea que solo el cumpleañero podía comer un huevo.

 

Para noviembre de 1918 Alemania ha perdido la guerra y capitula, vienen tiempos muchos más duros todavía, puesto que por el tratado de Versalles, Alemania debe indemnizar a los vencedores y esto también sale de los bolsillos del hambreado pueblo.

Mi madre me contaba que para contener la diarrea que eran propensos de contraer, mi abuela le ponía sobre una silla polvo de carbón ( que es anti diarreico) mezclado con un poco de azúcar, mi madre trataba de comer el azúcar, pero al poco de chuparse los dedos, también se adhería el carbón a los dedos, y de esta manera hacia que ella lo tomara

Para principios de 1919, llegan a Silesia diferentes misiones de médicos de la Cruz Roja Internacional, su misión es determinar el grado de desnutrición de la población y salvar lo que se puede salvar.

Para esa época mi madre tenía casi 6 años y cuando fue pesada por los médicos solo pesaba 12 kilos, el medico determina que su desnutrición es tan grande que no vale la pena malgastar los pocos alimentos en ella, por lo que es apartada y llevada juntos con otras personas en calidad de moribundos.

Pero una enfermera se apiado de ella (según le manifestó a mi abuela más tarde), era demasiado bonita para dejarla morir por lo que trató  darle el alimento más reforzado que lo que recibían los demás niños y que consistía en leche en polvo con el agregado de azúcar, maicena y cacao, formando un puré espeso.

Pero mi madre no pudo soportarlo y lo vomitó, dado que hacia demasiado tiempo que casi no ingería alimentos, lo que produjo dos cosas... el gesto del triunfo del médico y la reacción de rabia de la enfermera.

Mi madre nunca más probo cacao o chocolate en taza, puesto que de solo recordar esos tiempos le producía  náuseas.

En un intento desesperado para salvar la vida de mi madre la  enfermera  decidió rebajar la pasta a líquido y alimentar a mi madre con una cucharita dejando pasar un tiempo entre ingesta e ingesta.

Poco a poco su cuerpo volvió a acostumbrarse a recibir alimentos y su estado empezó a mejorar.

Nuevamente había burlado a la muerte, (la primera vez fue al nacer.)

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Eduardo Muzykant

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