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domingo, 14 de junio de 2020

Capítulo VII - Moguilov (Continuación)

Moguilov 1871 (continuación )

En el capítulo  anterior dije, que había una hermana que había sido declarada muerta y velada. Pero ahora revisando los papeles encuentro que hubo otro primo Joel Baran, por lo que evidentemente era hijo de una hermana de mi abuelo, por lo tanto, o hubo dos hermanas a parte de los 3 hermanos, o bien mi tía Rose se confundió de historia.

Sigamos entonces.

Jacobo y Sara se trasladan primero a Hamburgo, donde nacen las dos primeras hijas entre 1900 y 1903 (Erna y Else), luego viajan a Frankfort, donde se reúnen con el hermano mayor de mi abuelo Abraham y donde nace mi padre el 25 de diciembre de 1905 y mi tía Rose en 1908 y posteriormente se dirigen a Berlín, donde mi abuelo obtuvo un puesto de Cellista en la opera de Berlín.

A diferencia de la vida de mi madre y su familia, mi padre tuvo una niñez muy agradable aunque fuera educado muy rígidamente.

A los 5 años, mi papá recibió su primer violín de manos de su abuelo y fue el primer violinista de la Opera, el encargado de clases particulares,

En la mañana mi padre concurría a la escuela, luego de almorzar, podía descansar un rato y luego debía hacer sus prácticas de violín, para ello se le enseño que cuando las manecillas del reloj estuvieran en tal posición él podía descansar 10 minutos, y cuando estuvieran en esta otra terminaba sus estudios, luego debía de hacer la tarea escolar y se acostaba luego de cenar. Las prácticas de violín eran primero 2 horas pero se incrementaron con el tiempo a 4 horas diarias.

Pero aparte mi padre tenía comida todos los días, crecía rodeado del afecto de sus seres queridos y todavía le quedaba tiempo para realizar alguna diablura típica de un niño.

Unos ejemplos que me contaría luego mi tía.

De niños ellos comían en mesa separada de los padres y les estaba vedado hablar salvo que fuera pedir algo, en esto  mi abuelo era sumamente rígido, la comida era en silencio. Y que hacia mi padre? Pues se sentaba a espaldas a su padre y hacia morisquetas de manera que sus hermanas les diera risa y por lo que recibían penitencia.

En otra oportunidad entusiasmó a sus hermanas para que apartaran dinero de sus mesadas para comprar una “media de cuero”, las tres hermanas estaban muy entusiasmadas y juntaban con ahínco, imaginando que tendrían unas medias de piel de víbora o algo por el estilo, Cuando finalmente Isidoro ( mi padre) apareció con el regalo primorosamente envuelto. Se rompieron las ilusiones de las niñas, puesto que era “Media de Cuero “ (Mocasín) la novela de Karl May, que trataba sobre los indios americanos.

En una oportunidad fueron a visitar a una tía (familiar de mi abuela) que judíos muy ortodoxos, y que no ingieren  carne y leche en la misma comida, a tal punto que tienen vajilla y ollas diferentes para que ambos ingredientes a fin de que no haya  posibilidad de contacto. Pues mientras su madre (mi abuela) charlaba con su pariente, mi padre incito a sus hermanas para que mezclaran la vajilla. Demás está decir que nunca más fueron invitados.

Seguramente estas acciones estaban motivadas por que mi padre nunca pudo jugar como un niño de su edad, cada vez que lo intentaba, su madre salía a los gritos diciendo…”cuidadosi te lastimas los dedos no podrás practicar el violín”.

Una anécdota más, pero esta vez relacionada a mi tía Rose, de cuando estaban en Berlín, es que ella jugaba mucho con una amiga católica en un parque que estaba frente a su casa.

Pues en una oportunidad llegaron los padres de mi abuela de visita y con mucha ilusión preguntaron por su nieta menor, como estaba jugando en el parque y el día era lindo, decidieron ir a buscarla, pero, en el parque no estaba, aunque la amiguita les contó que mi tía estaba dentro del convento de frente a la plaza.

Cuando las mujeres entraron al convento con paso y actitud decidida salió a su encuentro una monja, quien les informo con una amplia sonrisa que la niña posiblemente seria monja de grande, dado que a diario venia y se había aprendido todos los rezos y los ritos.

Demás está decir que esta vez la culpa la tuvo que acarrear mi abuelo que ya he contado que era libre pensador, dado que seguramente él había permitido dicho sacrilegio.

Según también recordaba mi tía, la casa siempre era visitada por gente del ambiente, músicos, actores, cantantes, el ambiente era culto y refinado,

Cuando mi padre era un poco mayor se quejaba continuamente de dolores musculares y fue tratado por varios médicos incluso uno chino que le hacía masajes con palillos.

A los 14 años aproximadamente vino a cenar un violinista de la ópera, uno del conjunto, y escucho tocar a mi padre, seguramente puso una cara que a mi abuelo le dio pie para dar rienda suelta a su desespero, ese hijo suyo jamás sería un concertista.

El hombre se levantó sin decir palabra alguna y se dirigió a la habitación donde mi padre hacia sus prácticas, miro unos instantes y cuando volvió exclamo: “Ese niño está mal parado”, sus músculos están tensionados, y de esta manera los sonidos salen como “gimiendo”, seguro que le duele todo, hay que volver desde cero, lo primero es desaprender y eso le va a llevar muchos años.

Lo cual fue muy cierto, mi padre logro la postura correcta y con ello relajar sus músculos pasados los 60 años.

Un año más tarde y con 15 recién cumplidos, mi abuelo falleció en 1920.

Había sido un hombre fuerte, de esos que “vendían salud” , pues mi abuela solía llegar hasta la Opera y buscarlo al finalizar los ensayos, como era primavera ella no se llevó abrigo, de repente se desato una tormenta, mi abuelo se quitó el abrigo y la cubrió a ella.

Al otro día ardía de fiebre, y dos días después había fallecido de pulmonía.

Mi padre tuvo que jurar sobre el cuerpo de su padre que desde ese momento se haría cargo de alimentar a su madre y a sus tres hermanas.

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Eduardo Muzykant

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