1921
Corría el año 1921, en la familia de mi padre todo parecía estar
marchando sobre ruedas, con el fin de la primer guerra mundial poco a poco la economía se estaba reactivando y la cultura aún más, la gente gustaba ir a los
conciertos y a la ópera y también llegaron los años del desenfreno con el jazz,
donde la juventud pretendía recuperar la alegría perdida durante los años de la
guerra y el sufrimiento.
Mi abuelo tenía prestigio como cellista de la ópera de Berlín, y si bien con eso solo no le alcanzaba para vivir bien, habían formado un “Ensamble” con el que tocaban en los casamientos y fiestas de la nobleza, lo cual le permitía ingresar un dinero extra.
Orquesta cafe Braune Alexanderstr 55 -Berlín
En ambas fotos mi abuelo Jacobo Muzykant aparece con una pequeña marca
Vivían en un departamento del tercer piso, en un edificio cerca de la ópera, y no era raro que los principios de semana (los fines se trabajaba)
hubiera reuniones en ese departamento, de gente culta, músicos, cantantes, y
gente del ambiente.
Comida no faltaba y aunque no sobrara, rodearse de gente culta y
educada hacía que ellos se sintieran muy bien.
Les recuerdo que en ese momento la familia estaba compuesta por las dos
hermanas mayores que mi papá: Erna y Else , mi padre y la menor de todas Rose,
aparte de sus padres.
Salvo mi padre que desde los 5 años había sido educado para seguir los
pasos de su padre, abuelo y tíos con muchas horas de estudios musicales
diarios.
Las mujeres en cambio recibieron educación de niña “bien”, es decir ,
nada en particular, y la mayor preocupación era que se relacionan bien en la
sociedad para poder aspirar a un buen pretendiente y casarse lo más pronto posible.
Nada hacía prever la tragedia que se avecinaba.
Corría la primavera de 1921 y mi padre había cumplido recientemente los
16.
Las tardes volvían a ser tibias e invitaban al paseo.
Mi abuelo concurría como todos los días hábiles de martes a viernes a
los ensayos luego del almuerzo y quedaba libre a las 18 horas. Si bien ya los fríos del invierno habían pasado, él tenía la costumbre de colocarse su pesado
sobretodo negro porque además consideraba que le confería más elegancia.
Dado que mi abuela no se dedicaba a los quehaceres domésticos, dado que tenían empleada, tomó como costumbre de ir a esperarlo a la salida del
trabajo. Y como el paseo era corto opto ese dia por no abrigarse e ir solamente
vestida con un vestido veraniego.
En el camino de vuelta se desató una terrible tormenta, y mi abuelo lleno de caballerosidad se quitó el abrigo y cubrió con él a mi abuela.
A la mañana siguiente él tenía fiebre alta, tres días más tarde falleció producto de una neumonía.
Era obvio que de la noche a la mañana la situación había cambiado y los
ingresos, por lo que mi padre con solo 16 años fue requerido a que jurara sobre la tumba de su padre que desde ese mismo instante se haría cargo de la familia y
que no le haría faltar nada.
Situación muy difícil para el, porque todavia no tenia edad de tomar
un empleo de músico estable, así que solamente pudo desempeñarse en confiterías de la tarde y algún que otro baile donde no se le preguntaba la edad.
Como todo muchacho joven de la época le encantaba el jazz y junto a sus
dos primos: Samuel Muzykant (Mulli) y Joel Baran, todos virtuosismos violinistas se abocaron a los ritmos modernos, para lo cual tuvieron que
agregar otros instrumentos como el tan de moda “banjo”.
Isidoro Muzykant - Foto de 1925, la foto ha sido mejorada y coloreada por medios digitales disponibles en My Heritage
También pronto se dieron cuenta que los verdaderos ingresos consistían en ir a animar y tocar en los casamientos de Gitanos, y en muy poco tiempo eran expertos en el
repertorio de los “Czardas” tan amado por los gitanos húngaros.
Recuerdo que mi padre me contó de esa época, que en una oportunidad
mientras tocaban sobre un escenario, el rey de los gitanos les empezó a tirar
con monedas de plata para ver si le embocaba a los violines.
Mi padre indignado dejó de tocar y le reclamó:
_ Así no vamos a tocar más, hay peligro que nos rompan los instrumentos.
A lo que le gitano respondió:
_ Tranquilo muchachos, si les rompemos los instrumentos con todas esas
monedas se compran 10 veces mejores.
Obvio que siguieron tocando esquivando las monedas para evitar que les
lastimara cara y manos. Con lo que el entusiasmo de los concurrentes aumentó y
luego los contrataron en más fiestas puesto que era muy gracioso como se
contorsionaban para evadir los proyectiles.
Poco antes de morir con 80 años mi padre ejecutaba con maestría y
deleite para él y todo aquel que lo quisiera escuchar (yo era el más fanático) el "Csardas de Monti" y "Hora
Staccato".
He elegido la versión interpretada por Jascha Heifetz de Hora Staccato por que mi padre admiraba mucho a ese violinista
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