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sábado, 27 de febrero de 2021

Capitulo XLII - El viaje en Tren

 

El viaje en Tren

Continúo con el relato dejado en el capítulo XXXIX.

Ya hacía varios días que el Cap Arcona había echado amarras en el puerto de Buenos Aires, una ciudad que vista desde el puerto la había impactado, se veía todo muy europeo.

También habían pasado días, desde que el tío Leo la estrechara en sus brazos, y le diera las indicaciones para seguir viaje.

Si bien no pude encontrar elementos que me dieran la pauta de cuál fue su ruta, si sé que el viaje duró aproximadamente diez días.

Vamos entonces a reconstruirlo de la mejor manera posible.

Por razones obvias, tuvo que adquirir boleto de tercera clase, cuyos asientos eran para tres personas de madera, que se encontraban enfrentados de a dos, luego los respaldares se unían de a dos. Entre cada grupo de asientos había espacio para colocar una mesa, también de madera, para que la gente pudiera acomodar sus comidas, pero estaba estrictamente prohibido jugar a las cartas sobre ellas.

En la unión de los respaldos quedaba espacio para guardar alguna valija demasiado grande para caber en el portaequipajes que recorría de extremo a extremo el vagón.

Debido a lo largo de los viajes, muchos de los pasajeros optaban por acostarse en el espacio dejado entre los respaldares.

El pasajero sentado al lado de la ventanilla era un privilegiado, pues podía descansar un poco reclinado en la pared, en cambio los otros dos, en especial el que le tocaba el medio, debía mantener una posición erguida para no apoyarse en su compañero de banco, situación sumamente incómoda para una mujer que viajaba sola, pues podía interpretarse como  un intento de acercamiento.

El viaje comenzó atravesando la “Pampa Húmeda”, enormes extensiones de una llanura de grandes pastizales, aprovechados para la cría de ganado vacuno.

Si bien mi madre había tenido que cuidar vacas en el establo cuando era niña todavía (véase capítulo IX) nunca había visto más de dos o tres de ellas juntas. Acá era cientos de animales que pastaban al aire libre, sus ojos se sorprendían y sintió alegría al ver la libertad de los vacunos, pero cuando hubo tormenta se compadeció que los mismos no tuviesen algún lugar donde guarecerse.

Pasó por la zona triguera, y también por la del girasol, y nuevamente se sintió impactada por la inmensidad de lo que veía. Era como el mar que acababa de cruzar, igual de monótono, igual de extenso.

En su patria todo era pequeño, acá todo lo contrario.

Pronto aprendió que el sol saldría del lado derecho del convoy y se pondría en el izquierdo, dado que iban hacia el norte.

A medida que los días avanzaban el aire que penetraba por las ventanillas eternamente abiertas, se iba poniendo cada vez más cálido, cada vez más húmedo. Pronto una delgada capa de polvo se adhirió en la piel continuamente húmeda por la traspiración y la fue resecando, con el tiempo sintió que sus labios estaban partidos por la resequedad y se producían dolorosas llagas.

Cuando el tren se detenía en alguna estación, un sinnúmero de vendedores ambulantes invadía los andenes y los vagones mismos, mujeres descalzas con grandes canastos sobre sus cabezas, ofrecían alguna comida manufacturada por ellas mismas, al principio fueron empanadas, las exquisitas frituras de carne, cebolla, huevo duro, y en ocasiones pasas de uva envueltas en masa de harina de trigo. Más al norte era común la venta de "Chipá", unos pequeños bollos de harína de mandioca. Finalmente las vendedoras ofrecían la “sopa paraguaya” que es todo lo contrario a una sopa, es a base de harina de maíz, zapallo, y condimentos, y que se sirve en porciones de unos 3 cm de espesor, y se consume caliente o frio, y es verdaderamente deliciosa.

También cruzaron interminables campos cultivados con cítricos, que llamaron mucho su atención, porque jamás los había visto algo tan bonito, y el perfume agridulce de los azahares invadía todo. Ahora las vendedoras ofrecían estas exquisiteces, que no vendían por unidad sino solo por docena y a un costo mínimo. Otra cosa que le llamó mucho la atención es que la gente rompía con los dedos la cascara o le diera un mordisco en la parte superior y escupiera por la ventana la porción quitada, para posteriormente succionar el jugo apretando el fruto. Eran dos o tres tragos y luego arrojaban también lo que sobraba. Le pareció un desperdicio total, quedando la deliciosa pulpa todavía.

También hacia días ya que no tuvo ocasión de higienizarse ni siquiera de refrescar su piel y remover la traspiración que se adhería a su cuerpo. Los olores eran agresivos y variados, la constante era el de traspiración de la gente multiplicado hasta el infinito producto del hacinamiento, oleadas de olor nauseabundo, cuando alguien abría la puerta del baño, que hacía días no se había limpiado debidamente.

Cuando se aproximaban a una estación era común que hubiera corrales con vacunos esperando para ser trasladados a algún “matadero” o lugar de faena. Entonces lo que se respiraba era olor a excremento de esos animales.

Otras veces, y para gran alivio de los pasajeros, penetraba el olor fresco de alfalfa recién cortada.

De tanto estar sentada, sus pies comenzaron a hincharse, pero sabía perfectamente que si se quitaba el calzado no podría volver a calzarse, y paso poco tiempo para que se le produjeran ampollas dolorosas que no tardaron en sangrar.

Pero prefería eso a tener que ir al baño y pisar con los pies descalzos excrementos y orina que cubrían el piso.

Otro tema era que los baños carecían de papel higiénico y si bien había un lavatorio tampoco había jabón.

Las estaciones, fueron construidas por los ingleses con un criterio netamente administrativo, es decir dentro de las mismas no había locales de venta de productos, consistían solo en la ventanilla “Boletería” o sea el expendio de pasajes y una sala de espera.

Lo que si había delante de la estación un puesto de venta de periódicos, de manera que mi madre compró uno, y luego lo cortó en pedazos y frotándolo entre las manos logro que el papel perdiera su rigidez y lo uso para limpiarse cada vez que iba al baño.

Pero poco a poco su cuerpo se fue resintiendo, los dolores musculares se hacían insoportables, hacia tanto que no se podía estirar, a esto se sumaba que el calor aumentaba continuamente, por momentos tuvo la sensación de tener la cara envuelta en una toalla empapada en agua caliente, el oxígeno no llegaba a los pulmones produciendo continua sensación de asfixia.

Desde que se inició el viaje no había podido dormir más que unas pocas horas de sueño sobresaltado. Sabía que no podía recostarse en su vecino, por lo que sus músculos estaban en continua tensión, y su subconsciente alertaba cada vez que ellos se aflojaban.

De noche o de día, en las estaciones se producía el recambio de pasajeros, gente que hablaba en alta voz, buscando algún familiar perdido, o alguna maleta que no estaba donde recordaban haberla dejado. Empujones, maldiciones, y en esos momentos mi madre temía que en cualquier momento alguno de los hombres pudiera sacar de su cintura uno de esos enormes cuchillos que portaban para iniciar una verdadera carnicería. Claro que no podía discriminar si se trataba de discusión o solo una conversación en voz demasiado alta.

Antigua Estación de Campo 



En las noches cuando necesitaba ir hasta el baño, debía sortear los cuerpos de la gente que dormía en el piso.

También se sorprendió mucho cuando entre los compañeros de banco se compartía el “Mate”, le parecía repulsivo que todos compartían la misma “bombilla” aunque fueran perfectos desconocidos, el solo hecho de sorber la bebida de la bombilla con saliva ajena le daba nauseas, pero al parecer a los demás esto no le importaba, es más, era una perfecta oportunidad de compartir una larga charla y muchas veces el inicio de una amistad.

Mate Uruguayo o Misionero de boca ancha con virola, confeccionado con el fruto del Porongo o Poro y forrado en cuero de vaca


Mate humilde de boca angosta, sin virola, se nota el fruto ahuecado y seco

Con el correr de los días, unos pensamientos se hicieron recurrentes: necesitaba un buen baño, necesitaba una tina llena de agua, refrescar su cuerpo, donde relajar sus adoloridos músculos y aliviar las llagas. Otro pensamiento que se repetía: necesitaba una cama, donde estirar su cuerpo, y dormir aunque sea 8 horas seguidas.

El último trayecto fue atravesando la selva subtropical, llamada “El Impenetrable” con su imponencia y su belleza, pero llena de peligros y en las noches cuando el convoy se detenía una nube de insectos, tornaba insoportable la vida imposible.

Y el último pensamiento: necesitaba imperiosamente un abrazo cariñoso, de la persona por la que había pasado tantas vicisitudes. Necesitaba apoyarse en un ser querido y olvidar por unos instantes, aunque mas no fuera, las miserias del mundo.

Así llego a Asunción del Paraguay, con paso tembloroso arrastro su valija por el andén en búsqueda del cajón que iba en el compartimiento de cargas, mientras sus ojos anhelantes buscaban a su ser amado.

Estación Central de Ferrocarril Asuncion - Gentileza Cultura Paraguay



Por fin, ese ansiado momento se hizo realidad, ambos fusionados en un interminable abrazo, no hacían falta las palabras, fue un instante de felicidad plena.

Amigos míos, considero oportuno terminar la primer parte de este libro y realizar un segundo, con las vivencias en continente americano.

Es un FIN, pero con la promesa que la historia y los protagonistas seguirán viviendo en el segundo tomo.

Un profundo agradecimiento a todos aquellos que me han estado siguiendo durante casi un año, durante el cual he publicado domingo a domingo un nuevo capítulo.

No dejen de seguirme de ahora en adelante, y por favor les pido ayuda para difundir mi obra, de manera que pronto pueda publicar los libros sobre papel.

 

 

 

 

 

 

 

 


viernes, 19 de febrero de 2021

Capitulo XLI - La tragedia del Cap Arcona

 

La Tragedia del Cap Arcona

 

En el capítulo XXXVIII yo he incluido un video sobre este barco y en los últimos segundos del mismo se hablaba de la tragedia del barco, por lo que muchos de los lectores me han preguntado qué fue lo que pasó.

Si bien cronológicamente fue posterior este hecho, lo incluyo ahora porque después carecería de sentido hablar del mismo.

Y dado que se convirtió en la segunda tragedia en toda la historia de la navegación por el número de víctimas, creo conveniente relatar lo que ha pasado.

Apenas dos años después que mi madre tuviera esa maravillosa experiencia de viajar con él, fue asignado a la Kriegsmarine (Marina de Guerra) para operaciones en el mar Báltico. 

Si bien el capitán del barco seguía siendo el mismo que en tiempos de paz, obviamente debía cumplir estrictas órdenes de los militares.

Tras la invasión a Polonia, el vapor fue amarrado al muelle en el puerto de Danzig (Gdansk) y utilizado como vivienda flotante de la Kriegsmarine.

Pero sabemos perfectamente que un buque está hecho para navegar, y el solo hecho de estar amarrado hace que se deteriore rápidamente por muchos factores.

Uno de ellos es que los crustáceos se adhieran al casco  produciendo daños cuando no se retiran con frecuencia.

Otro motivo es que muchas partes sufren oxidación por falta de lubricación, en especial los motores y las partes móviles.

Durante ese tiempo fue posible que militares respetaran las mullidas alfombras persas, y los costosísimos cuadros de la primera clase.

En 1944, ante el avance de las tropas soviéticas, el buque recibió la misión de transportar civiles y soldados entre Danzig y Copenhague, pero sus motores se averiaron durante la travesía. Fue entonces remolcado a un astillero escandinavo, donde repararon sus motores, y pudo regresar a Alemania. Cuando ancló en la bahía de Lübeck (puerto alemán del mar Báltico), el 14 de abril de 1945, el Cap Arcona estaba casi inservible. Por lo que la Kriegsmarine decidió, restituir a la compañía marítima Hamburg-Süd.

La guerra estaba perdida ya para Alemania, rusos, polacos, franceses, británicos, americanos, avanzaban en todos los frentes.

Solo 6 días más tarde de haber anclado a unos 4 km en aguas poco profundas frente a Lübeck , el Reichsführer Heinrich Himmler dio la orden de eliminar huellas del genocidio vaciando el campo de concentración de Neuengamme para evitar futuros juicios políticos llevando a los prisioneros y embarcarlos en el Cap Arcona.

El número superó los 4500 prisioneros, más unos 300 marinos regulares (No pertenecientes a las SS) en su mayoría entre los 50 y 60 años de edad asignados como custodios, y aunque muchos se negaron fueron amenazados con un juicio sumario e inmediato fusilamiento, reemplazando los efectivos de las SS.

La intención de Himmler era obviamente hundir el barco para borrar toda huella.

Pero no únicamente La Reina de los Mares del Sud, estaba afectada a este operativo, sino también el  Thielbek y el transatlántico de pasajeros SS Deutschland, totalizando más de 7500 personas.

La idea de Himmler era hundir los barcos o bien atraer un ataque de la RAF  Británica (Royal Air Force) 

Y acá quiero abrir un paréntesis, las guerras son crueles,  cuando las vemos en las películas, vemos a los buenos, ganando y siendo los salvadores de la humanidad y los perdedores los malos que cometen todas las atrocidades.

 

El ataque se produjo, aunque con 24 horas de anticipación el servicio de inteligencia británico había descubierto el truco, igual ordenaron el ataque.

Un ataque totalmente injustificado porque rusos, americanos, franceses e ingleses ya habían rodeado Berlín.

La rendición de la Alemania Nazi era solo cuestión de horas. Regimientos enteros, rodeados por aliados se rendían a cada minuto.

Corría el  3 de Mayo de 1945, los rusos dan a conocer al mundo el suicidio Hitler, faltaban solo 4 días de la firma de la Rendición Incondicional de Alemania.

Sin embargo el alto mando Británico ordenó atacar a los tres navíos inmovilizados llenos de prisioneros de 28 países.

¿Qué sentimientos morbosos movilizaron a estos militares? ¿Venganza? Sabían perfectamente que no eran alemanes. Y si lo hubieran sido. ¿Se justifica matar a tanta gente indefensa? 

¿Ninguno de los observadores militares tuvo en cuenta que el Cap Arcona estaba inmóvil en alta mar? ¿En sus continuos vuelos de observación?

Oleada tras oleada los cazabombarderos Typhoon de la RAF pertenecientes al Grupo 83 de la 2nd Tactical Air Force, ametrallando a los indefensos prisioneros agolpados sobre la cubierta, los pilotos volaban tan bajo que  podían ver sus caras.

Mientras la gente agitaba con desesperación sus brazos implorando la detención de la masacre.

Luego vinieron las bombas, que dañaron seriamente al otrora soberbio navío, sin embargo no se hundió, pues las aguas eran muy poco profundas.

Muchos se lanzaron desesperados a las aguas heladas del mar Báltico, fallecieron por hipotermia, había mujeres, niños, ancianos y hombres, como así también murieron los viejos marinos dejados como guardianes.

Las llamas alcanzaron varios cientos de metros de altura y los pobladores fueron testigos de los gritos desgarradores, que el mar permite se difunda mejor.

Muchos pescadores lanzan sus pequeños botes al agua en un desesperado intento por salvar vidas, aun a riesgo de la suya.

Eran las 14,40 de ese fatídico día, cuando se inició el ataque y finalizó solo media hora después.

Pero el Cap Arcona, siguió ardiendo por varios días más, negras columnas de humo se elevaban al cielo propagando por todo ese tiempo el horrible olor a carne carbonizada que se adentraba a tierra firme por muchos kilómetros.

Muy pocos pudieron, apenas un centenar, alcanzar la costa distante a 4 km. o ser rescatados por los intrépidos pescadores.

Las llamas del incendio eran tan altas que casi alcanzaba los aviones atacantes, los gritos eran estremecedores, el olor a carne quemada insoportable y llegaba a la costa llevado por el viento.

En la euforia del triunfo, los diarios ingleses e internacionales sólo mencionaron el "brillante ataque" de los aviones ingleses.

Se cavaron fosas comunes a lo largo de la playa entre Lübeck y Pelzerhaken. Los supervivientes hicieron construir un cenotafio (monumento o estatua de modo funerario, o una tumba que está vacía en la cual no está presente el difunto) de piedra en el que se lee en grandes letras negras: "A la memoria eterna de los deportados del campo de concentración de Neuengamme. Murieron durante el naufragio del Cap Arcona el 3 de mayo de 1945".

Cenotafio, donde se muestra el listado de nombres desde la K a la Z. Hay otros que abarcan los demas nombres



Ningún gobierno británico se refirió jamás a la muerte de los 7.500 deportados de la bahía de Lübeck asesinados por su aviación. Nunca se ofrendaron coronas de flores ni se pronunció ningún discurso en su memoria.

Las autoridades británicas explicaron más tarde que la presencia de “una flotilla militar” (¿¿¿...???) alemana junto al Cap Arcona les había inducido al error, pensando que el barco estaba ocupado por militares alemanes.

En 2000, el historiador alemán Wilhelm Lange afirmó que los británicos sabían de la existencia de estos buques prisiones un día antes de sus bombardeos, pero que esta información no se había dado a conocer. La tragedia de la bahía de Lübeck es considerada un verdadero crimen de guerra. El drama ha permanecido impune e ignorado por los libros de historia.

Sin embargo es dable destacar que la empresa Rolls Royce, fabricante de las bombas utilizadas, envío de inmediato fotógrafos y peritos para evaluar los daños causados por sus productos. Orgullosos de las “bondades” de su fabricación.

¿Acaso fue eso el motivo principal del ataque? ¿Evaluar las “bondades” de sus productos utilizando a seres humanos como conejillos de la india?

Hasta los años setenta, el mar Báltico estuvo arrojando los cadáveres y restos de los deportados asesinados. En solo 30 minutos se selló el destino de 7500 personas culpables únicamente por ser de una religión diferente, o, o tal vez su crimen consistía pensar distinto.

Playa repleta de cadaveres y al fondo el Barco en llamas ( imagen Wikipedia)



Hasta mediados de 1970 todavía el mar arrojaba a la playa cadáveres de esta masacre.

Sirva este humilde escrito para revivir otro crimen, mucho menos conocido que los demás, que se comenten durante las guerras.

Por último quiero reproducir las palabras de un sobreviviente, Henrik Frankuz, durante el homenaje que se les rindió y que reprodujo “Der Reporter”

"Si me preguntan hoy qué fue lo peor, que me sucedió en los años oscuros de mi Vía Dolorosa de cinco años que fui prisionero: ¿fue el hambre constante?, ¿las palizas?, ¿Peligro de ser enviado a la cámara de gas? Digo: lo peor fue la deshumanización. Según la ley nazi, ya no era miembro raza humana, fui tratado como un insecto, una cucaracha que todos podrían matar - cada hora, cada minuto. Perdí mi identidad humana y me convertí en el número B-6960.

Terminé a bordo del  “Cap Arcona” y finalmente en el agua fría de Neustädter Bucht, luchando con las olas, solo, casi inconsciente, alucinando que mi vida había llegado a su fin”.

 Conmovedoras palabras del sobreviviente Henryk Francuz,

Y nuevamente me pregunto: cuando Francuz habla de “Deshumanizacion”,  ¿Quién es suficientemente dios como para poder dar o quitar la humanidad ?.

¿Qué mente tan pervertida se considera superior a los demás, como para dar o quitar derechos y la vida misma?

Evidentemente en toda guerra ocurre esto, y se efectúan matanzas y genocidios por que el estado justifica la muerte incluso la glorifica.

En las guerras los estados eliminan el control de las leyes, pero principalmente eliminan la ética y la moral de las personas.

viernes, 12 de febrero de 2021

Capitulo XL - La travesía - parte II

 

La Travesía (Parte II)

 

Los viajes en alta mar suelen ser muy tediosos, cuando no son cruceros muy bien organizados. De manera que los días se enganchaban uno en el otro como las cuentas de un rosario.

La rutina consume y achata todo, desayunos, almuerzos, cenas, luego interminables charlas entre las incipientes amigas. Caminatas hasta el comedor y de vuelta, y cuando no hacía frío un rato en los pasillos mirando el interminable panorama del Océano Atlántico, todo monotonía.

Lo que en un principio llena de encanto, pronto resulta aburrido y tedioso, ya no quedan temas que tratar, ya las historias se van conociendo de memoria, ya lo que en principio causaba risas, ahora una pequeña sonrisa y muchas veces con una cara que denotaba que nadie había escuchado el relato.

La tripulación seguía atendiendo con impecable esmero y mucho profesionalismo.

Por lo que casi todo el viaje pasa a convertirse en una gris chatura, salvo algunas excepciones por su puesto.

A los pocos días de haber zarpado, el parte meteorológico anunció una tormenta en alta mar. De inmediato el camarero recorrió los camarotes para tranquilizar a los viajeros.

Según la explicación, el Cap Arcona, navegaba sobre tres olas, que los barcos chicos lo hacen sobre una sola, por lo que el barco parecía subir hasta el cielo y luego precipitarse en las profundidades.

Los de dos olas tenían el inconveniente que cabeceaba mucho, porque si bien las diferencias se trataban de igualar, el movimiento era igualmente brusco.

Pero esta maravilla de la ingeniería tendría un comportamiento mucho más sereno que las demás naves.

También se instruyó a los pasajeros la manera correcta de caminar en estos casos.

Por último les comento a las cuatro que había un secreto para no sufrir tanto  los mareos,  era esperar la tormenta al aire libre y respirar profundamente, que se moverían, eso era obvio, pero como ya se estaban aproximando a la línea del ecuador, el frío no sería tan grande.

Todos agradecieron las indicaciones pero no todos las siguieron al pie de la letra, de manera que cuando la tormenta comenzó, solo mi madre y una de las chicas estaba respirando aire puro y haciendo equilibrio en esa parte más protegida de los embates de la tormenta.

La mayoría de la gente optó por quedarse en los camarotes y tenderse en las literas.

¿El resultado?

A la hora de la cena solo ellas dos estaban sentadas en el salón comedor con un hambre de fiera salvaje, todos los demás estaban descompuestos.

Y aunque esto sea muy desagradable de contar, los camarotes estaban inundados por el olor agrio de los vómitos, que contribuye a que los que no se hayan descompuesto aún, lo hagan rápidamente.

Esa comida mi madre la recordaba especialmente, porque como tampoco comió nadie en primera clase, los mozos buscaron algo de estos manjares y los compartieron con ellas. Incluso con una botella de cerveza para cada una, “Sin Cargo”.

Otro episodio agradable fue cuando llegaron a la Isla de Madeira, siempre mi madre recordaría que una miríada de botes se acercó al gigante para ofrecer unas maravillosas telas bordadas a mano. Plata para comprar no había por supuesto, pero el espectáculo inundaba no solo sus ojos sino también su espíritu, poder contemplar tanta belleza, fue un espectáculo que nunca se borró de su mente por más que pasaran los años.

Algunos días más tarde cruzaron la línea del ecuador, y esto fue motivo de una fiesta, obviamente para no dejar caer a la gente en el tedio.

Este festejo consistía en que un oficial con el disfraz del dios Neptuno, iría llamando uno por uno a todos los pasajeros, obviamente agrupados por la clase en que viajaban. Y los tripulantes que no estaban de servicio, los guiaban hasta una piscina donde el agua les llegaba a la cintura, hasta el Gran Dios, quien los tomaba de la cabeza y los sumergía, al emerger , pronunciaba un nombre, y este sería su nuevo nombre. Todos aplaudían y reían.

A los pasajeros de primera, se les entregaba un certificado para recordar su bautizo, los demás debían recordarlo por su cuenta.

Pues mi madre no lo memorizó.

Nuevamente algunos días de apatía, hasta que en el horizonte apareció la grandiosa ciudad de Río de Janeiro, todos corrieron a cubierta, apretándose, tratando de ver un poco más que el resto. Trataban de adivinar lo que estaban viendo, quedaron impresionados ante el “Pan de Azúcar” y su monumento al Cristo.

Esta es la vista que debieron haber visto los viajeros al ingresar al puerto de Rio de Janeiro - Foto gentileza Turismo de Rio de janeiro

Pero aún no terminaban las buenas noticias, tendrían permiso de bajar y de dar una caminata por la famosa vereda de Copacabana, con su diseño ondulante de mosaicos blancos y grises.

La imagen es actual, pero el diseño es el mismo que vio mi madre en 1937. Foto gentileza Turismo de Rio de janeiro



Se imaginan ustedes cuánta alegría sintieron todos, luego de tantos días de no ver sino olas y olas, caminar en tierra firme, aunque fuera por pocas horas, sonaba como la promesa de comer dulces para un niño.

Habían llegado al día 12 de la travesía, solo quedaban tres días para llegar a Buenos Aires.

Pero claro que ese no era el destino final para mi madre.

Primero debía cruzar hasta Uruguay, dado que en Montevideo la aguardaba el tío de su amado.

El famoso Tío Leo, que ahora cambió su nombre a Juan Musikant. (Ver Capítulo XXX)

Realmente no sé cómo realizó el viaje,

Si sabemos que según los afiches de la época, la empresa naviera ofrecía viajes a Madeira, Rio de Janeiro y Buenos Aires con combinaciones por tren a Paraguay y Bolivia.

Por lo que sería muy lógico que hubiera tomado un tren en la estación de Retiro en Buenos Aires, y llegar hasta Asunción, Paraguay.

Recuerdo que me contaron que el Tío Leo la estuvo esperando en el puerto, ¿pero habrá cruzado el Río de la Plata, por más que las ciudades no están muy alejadas?

También sabemos que mi madre no tiene visa para ingresar a Argentina, ¿habrá bajado en Montevideo?

Ninguna de estas opciones me parece muy verosímil.

¿Habrá ido hasta Montevideo para saludar a su futuro tío político? ¿Para luego  volver a Buenos Aires y seguir el viaje en tren?

Según considero haciendo el viaje desde Buenos Aires, el viaje debería llevar cerca de una semana hasta Asunción.

Pero desde Montevideo, tendría que haber cruzado Uruguay, un buen trayecto por Brasil, para luego ingresar a Paraguay.

Realmente tampoco me parece una buena opción porque el itinerario no incluye ciudades importantes en esa época como para justificar un buen ramal de trenes.

Resumiendo, si embarcó en Hamburgo el 14 de Enero de 1937 y el viaje duró 15 días, llegó a Sudamérica entre el 19 y 30 de Enero.

Uno o dos días que estuvo en Montevideo, más aproximadamente 10 días más por vía terrestre atravesando algunas de las zonas selváticas más impresionantes del planeta, con agobiantes calores en vagones sin refrigeración, donde solo se podía abrir la ventanilla para sentir algo de aire, pero aire que más parecía provenir de una caldera, en duros bancos de madera, y sin posibilidad alguna de higienizarse correctamente, durante el mes más caluroso del hemisferio austral.

Realmente toda la alegría que podría haber sentido durante el viaje por mar, ahora se convertiría en desazón y agobio.

A lo que podemos agregar la falta de conocimiento del idioma, con la ayuda de un pequeño diccionario Alemán-Castellano que aún conservo. “El 1000 Worte Spanish”

De solo pensar lo que debería haber sido llegar a una estación y querer pedir un vaso de agua,  en una zona donde la sensación térmica puede llegar a los 48 grados, buscando por momentos interminables palabra por palabra en ese libro y terminar pronunciando muy mal porque si bien esta la fonética de cómo debe decirse, también todos sabemos que los signos de esta, son muy difíciles de entender.

Además tenemos que tener en cuenta que solo pocos días antes, a su salida, había soportado temperaturas de 20 grados bajo cero.

De manera que el cambio de clima debe de haber sido insoportable para ella, siempre al borde de la deshidratacion por llevar ropa que en europa era de verano pero en un clima subtropical era abrigo.

Solo tenía un consuelo y una determinación, terminar el viaje y encontrarse con la persona por la cual había pasado tantos avatares.

 

sábado, 6 de febrero de 2021

Capítulo XXXIX - La Travesía

                     La Travesía

En el capítulo anterior hemos visto un poco, en detalle, lo que era el Cap Arcona.

Luego de un penoso viaje desde Berlín hasta Hamburgo; buscar un banco para comprar las divisas necesarias para ingresar a Paraguay, y posteriormente  correr con su pesada valija hasta el puerto, temiendo no llegar a tiempo al embarque.

Así que cuando ingresó al muelle, alzó su rostro y se encontró de frente con aquel  imponente navío, de líneas estilizadas, con sus chimeneas rojas y blancas, ya echando humo, preparándose para zarpar y su negro cuerpo construido para surcar con elegancia el agua de los mares, sintió de repente que sus piernas no la sostenían.

Se encontraba ante el Cap Arcona, apodado “La Reina de los mares del  Sud”.

Jamás había visto nada igual, y no podía creer que ella, iba a realizar en él, su viaje que la llevaría de reencuentro con su amado.

Parada ya más cerca sintió dolor en su cuello al querer levantar la cabeza lo suficiente como para abarcar con su vista, tanta maravilla.  

Pacientemente se colocó en la larga fila de pasajeros que esperaban subir.

¿Dije pacientemente? ¿Cómo puede uno estar paciente si las piernas le tiemblan? ¿Si el corazón palpita, que parece que se le va a salir del pecho? Hubiera deseado dar un gigantesco salto y estar ya arriba, pero eso no era posible.

La fila se movía lentamente, y en un momento dado un oficial muy amable pero de semblante severo le solicitó la documentación:

Pass Bitte, Reise schein “(Pasaporte y boleto de viaje)

Un marinero le preguntó:

-“Darf ich helfen Fräulein?  (¿Puedo ayudar?)

Claro que no se refería a ayudarla a subir su pesada valija, pues eso estaba reservado a los pasajeros de primera clase, sino que al estar ella embelesada mirando el barco, se le había enganchado su equipaje en la pasarela y le causaba problemas.

El subir le pareció un trayecto interminable, pero no por el peso de su valija, tampoco por lo empinada de la pasarela, sino porque la fila se movía como un aletargado gusano.

Una vez en cubierta, otro oficial le volvió a pedir su boleto y le indicó gentilmente donde quedaba su camarote.

Se apresuró a dejar su valija dado que quería subir rápidamente para ver cómo el barco soltaba amarras, claro que eso también demoró mucho más tiempo de lo que ella hubiera querido, había que esperar que el último de los 1.300 pasajeros abordara.

Una vez que soltaron amarras, dos remolcadores se pusieron a guiar el Cap Arcona, entre el laberinto portuario hasta llegar a mar abierto.

El Cap Arcona es remolcado a mar abierto



Recién en ese momento, decidió volver a su camarote, para descubrir que afortunadamente, compartiría el espacio con tres mujeres jóvenes, dado que el camarote era para cuatro.

De inmediato se presentaron y empezó un amable parloteo entre ellas, con las preguntas de siempre:

“¿A dónde viajan?, ¿Por qué viajan?, ¿De dónde son? ¿Cómo se llaman?, había demasiados temas que tocar, todas llenas de incertidumbre, todas dejaban parte de su vida atrás y llenas de esperanza de lo que el destino les deparara.

No pasó mucho tiempo hasta que la primera de ellas, echó a llorar desconsoladamente porque dejaba atrás a su querida familia.

Y en ese momento mi madre reparó que nadie de su familia había podido venir a despedirla. Su madre, Liselotte la menor de todas y Frida, su hermana más querida, la compañera de toda su niñez, habían quedado en la lejana Silesia, en el pueblo de Leutmansdorf (Hoy Lutomia).

También allí recibió el tierno abrazo de la pequeña Ingeborg, hija de Frida,  que ya podía pronunciar su nombre, pero que la llamaba “Detelhaus” una combinación de Gretel (Diminutivo de Margarete) y Krankenhaus (Hospital) dado que una vez fue a visitarla en un nosocomio.

Despedida de Leutmansdorf, desde la izquierda, Su madre , detrás casi escondido su padrastro , al lado Frida



Marta, Clara y la ahora más querida Ida, la saludaron desde sus respectivos hogares en Berlín, con un fuerte abrazo, y alguna lágrima mal disimulada,

De los varones, solo pudo venir Walter, que no supo demostrar sus sentimientos, fiel a su crianza Prusiana.

Entonces también mi madre rompió a llorar  desconsoladamente y las cuatro se abrazaron.

Pronto anocheció, y los camareros recorrían los pasillos, con una campanilla anunciando la cena.

Al entrar al salón comedor, nuevamente se sintió apabullada, no era muy lujoso, pero amplio, bien iluminado y bien ventilado, largas mesas, con blancos manteles y la vajilla puesta.

Nunca ella había llegado a algún lado para comer, esperándola con la mesa servida, eso era para los patrones, cuando a ella le tocaba comer, lo hacía en la cocina, sacando rápidamente un plato y si había cocinera en la casa, le servían una porción y pudiera sentarse.

Las cuatro se sentaron juntas, y no podían ocultar sus nerviosas risas, todas sentían lo mismo.

Tampoco habían ido alguna vez a algún restaurante con un buen servicio de mesa, muy al contrario, las pocas veces que habían salido era a una “Kneipe” donde el servicio no era lo más destacado. (Ver Capitulo XIII - Die Kneipe).

En cambio, por primera vez, serían atendidas, y para mayor sorpresa podían elegir entre dos platos diferentes, se les serviría agua, pero si querían acompañar con buena cerveza alemana, debían pagar un pequeño extra.

Había un plato de buena sopa, plato principal de carne o pollo con acompañamiento, y una fruta.

¿Qué más sería posible encontrar……..?

Todas estaban incrédulas de la atención, del servicio, de la comida, y la cena transcurrió en una amigable charla entre todos los comensales de los largos mesones.

Luego de la cena las cuatro caminaron lentamente hasta el camarote y si bien la tercera no tiene cubierta, desde los pasillos que dan al exterior se vio un oscuro mar donde la luna se reflejaba.

Les costó mucho conciliar el sueño. Demasiadas emociones para un solo día, y aunque ya no hablaban sabían que todas estaban despiertas.

A la otra mañana, otra vez el tintineo de los mozos llamando al desayuno, donde se sirvió Café malta (el café de grano estaba reservado para la primera clase), con leche, pan y manteca y un poco de mermelada.

Ninguna de ellas, objetó el café malta, dado que era lo que normalmente ellas consumían en sus casas, y el de grano les hubiera parecido demasiado amargo.

El resto de la mañana lo ocuparon en desempacar y acomodar sus pertenencias en las gavetas correspondientes dado que les esperaban 15 días de viaje.

Las compañeras de viaje , la del medio es mi madre. (lamentablemente la cuarta era tan tímida que no quiso salir en la foto) junto con dos pasajeros.



Luego, el almuerzo, donde más que la comida en sí, les impactó la atención que recibían de los mozos profesionales, diligentes, muy educados, y siempre dispuestos al buen consejo.

Los días transcurrían con mayor o menor monotonía, desayuno, almuerzo, cena y las interminables charlas en esa naciente amistad que solo gente joven puede hacer con tanta facilidad.

De vez en cuando podían convencer a un tripulante, que les dejara ver las instalaciones de Primera, eso cuando no había peligro que alguien  podía observarlos,

Eso era para ellas como asomarse al castillo de Blanca Nieves.

Igualmente se sentían como si estuviesen viviendo un cuento de hadas, jamás habían sido tratadas así, y como en el caso de mi madre, nunca más tuvo ocasión de vivir tal experiencia de ser tratada como una dama de la sociedad.

Durante esos días, mi madre conoció a un pasajero, que ya había vivido en Brasil y que había vuelto a visitar a su madre en Alemania.

De inmediato todas querían información: ¿Cómo es Sudamérica? ¿Hace mucho calor? Y mil preguntas más.

Pero la respuesta que hizo derrumbar a mi madre, fue:

_“Hace Doce años que no visito a mi Madre. Pero ahora me he propuesto volver mucho más seguido, cada cinco años”

“Dios mío”, pensó, “doce años sin ver a mi madre y a mis hermanas, eso es un tiempo terriblemente largo”..

“No, yo voy a visitarla cada dos o tres años”.

Ultima foto con su madre



¿Podrá ella realizar tal promesa de volver a la tierra que la vio nacer? ¿ en ese lapso propuesto?


CONTINUARÁ


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Resumen

Capitulo XLII - El viaje en Tren

  El viaje en Tren Continúo con el relato dejado en el capítulo XXXIX. Ya hacía varios días que el Cap Arcona había echado amarras en el...